Lunes, 7 de Abril de 2025
07/04/2025 11:27:02
Un grupo de universidades rescató la revista que expresaba la concepción de ciencia previa al golpe del 55
Mundo Atómico, ciencia y peronismo

Por primera vez, reunieron la colección y digitalizaron todos los números. Una joya de época que muestra un modelo de país que apostaba al conocimiento y las universidades.

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Domingo, 6 de abril de 2025

Mundo Atómico fue una revista de ciencia y tecnología editada por Haynes, que se publicó entre 1950 y 1955 con una atractiva propuesta gráfica y contenido nacional y popular. Como su perfil editorial era marcadamente peronista, su difusión se interrumpió con la Revolución Libertadora. El grupo Conusur, conformado por seis universidades nacionales, recuperó la colección con el objetivo de rescatar algunas de sus ideas. La revista –23 números de 100 páginas cada uno– es una joya de época. Una publicación que propone la idea de una “ciencia para el pueblo” y de un Estado interventor y rector de la política científica.

A menudo se suele citar a Bernardo Houssay como el único artífice de la consolidación de la ciencia en Argentina. Como desde su perspectiva la ciencia no necesariamente debía estar conectada con las necesidades del país, usualmente confrontó con las aspiraciones del gobierno peronista. En esa disputa, conforme transcurrió el tiempo, el debate quedó saldado en favor del Nobel. Cómo resultado, a menudo se olvida el enfoque que el gobierno de Juan Perón tuvo con respecto a la producción de conocimiento del país.

La antropóloga Alejandra Roca, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y de la Universidad Nacional de José C. Paz, es una de las impulsoras del proyecto Mundo Atómico. “La revista era desconocida. Estaba invisibilizada, nadie sabía nada", destaca en diálogo con Página/12. De hecho, quienes nos formamos en política científica, solemos aprender que el Conicet lo creó Houssay y que el peronismo directamente no había tenido política científica. Mundo Atómico sirve, precisamente, para demostrar una direccionalidad muy clara del gobierno de Perón para con la política en el sector”.

Roca desarrolla una hipótesis que podría explicar el olvido por parte de la comunidad de científicos y científicas de esta publicación. “Quizás nunca se le prestó demasiada atención porque era inaceptable para la comunidad científica que Perón tuviera grandes ideas para la ciencia. Durante su gestión se crearon o gestaron los organismos científicos que llegan hasta nuestros días”, observa. De hecho, durante la administración peronista se fundan las empresas públicas de petróleo, gas y transporte, y se crean organismos para investigar problemas concretos.

Diego Hurtado, investigador del Conicet, físico e historiador de la ciencia y la tecnología, estudió el tema en profundidad. “La revista destinaba espacio a la fabricación nacional de instrumentos científicos. Había una industria nacional pujante, a partir de los planes quinquenales peronistas, que es retratada en la publicación”. Oceanografía, Antártida, ciencias biomédicas y deporte, ciencias de la tierra y recursos naturales: todo vinculado al modelo de país. Y agrega: “La idea de ciencia y tecnología para el pueblo; eso era Mundo Atómico, realmente una revista asombrosa”.


Entre 1950 y 1955, Mundo Atómico publicó 23 ejemplares de 100 páginas cada uno. Conusur, un consorcio de colaboración universitaria de ciencia, arte, tecnología, innovación y saberes del sur, se las ingenió para rearmar el rompecabezas. El espacio colaborativo, integrado por seis universidades conurbanas (José C. Paz, Quilmes, Hurlingham, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda) adquirió la colección completa y creó un repositorio digital. La revista, que tenía una existencia fragmentada y sus números aparecían de manera desordenada en las bibliotecas de quienes resistían luego del 55, ahora es accesible.

Sobre el contenido, Roca destaca: “La revista disputa sentido con una academia que por aquel entonces era completamente eurocéntrica, elitista, encerrada en los problemas foráneos y no conectados con las demandas del país”. Y remata: “Es un ejemplo que deja en claro cuál era la mirada científica del peronismo. El Instituto Antártico fue el primero en el mundo, fuimos pioneros en un montón de sentidos y no lo tenemos tan en claro como deberíamos”.




El peronismo y la ciencia
“Uno tiende a pensar que el peronismo era reactivo a eventos científicos, congresos y simposios internacionales que se realizaban en el país. Y en verdad fue todo lo contrario. El propio Houssay en una correspondencia privada que pude ver decía: ‘Resulta extraña la cantidad de eventos internacionales que promueve este gobierno’. Mundo Atómico realiza crónicas de estos acontecimientos, que en general tienen alguna foto que muestra la presencia y el discurso de Perón o Evita”, detalla Hurtado.

Hay muchas declaraciones explícitas acerca de cómo el segundo plan quinquenal pensaba el rol del peronismo en el desarrollo de la universidad, en la matriz productiva del país. Sin ir tan lejos, destaca la creación de facultades al interior de la UBA y de la Universidad Obrera Nacional (más tarde devenida en la Universidad Tecnológica Nacional), con el propósito de conectar la producción de conocimiento con el modelo productivo de país. La evolución de la matrícula y de la inversión en el rubro a partir de la gratuidad (en 1949) es notable: si en 1940 a la UBA asistían 20 mil estudiantes, para 1952 ya eran 56 mil.

En uno de los números más recordados se muestra al avión Pulqui (el primero de Latinoamérica en su tipo), un emblema por aquel entonces de la industria nacional que se estaba desarrollando. Ilustraciones futuristas que permiten mirar desde un punto de vista peronista cómo serían las sociedades del porvenir atravesadas por ciencia y tecnología. “La tecnología era el símbolo de la entrada en el mundo moderno. Un proyecto de país que en el fondo disputa con el modelo agroexportador”, subraya Roca.

Mundo atómico es una joya de época. Una publicación que habla de política científica, cuando parecía que todavía no se había inaugurado el tiempo de discusiones de política científica. Tiempo después, a partir de los 60, con figuras como Bernardo Houssay y los debates acerca del modelo de ciencia y de país, que sostenía con referentes como Rolando García u Oscar Varsavsky, se daría un nuevo tono a las discusiones al respecto.

Interés nuclear
Se llama Mundo Atómico, en parte, porque tuvo mucho que ver con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (1950) y el empuje de la energía nuclear. Fue una herramienta de divulgación del clima de época, marcado por los grandes proyectos gubernamentales. En el mundo despuntaba una gran inversión de los Estados que veían la necesidad de apostar a la producción del conocimiento científico. A inicios de la Guerra Fría, EE.UU. y la URSS continuaban su enfrentamiento en el terreno científico. La carrera espacial, por ejemplo, fue un territorio de disputa fundamental para ambos bloques.

“La revista aparece unos años después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Es natural que lo poco que conocía el mundo sobre la energía nuclear fuera su poder destructivo. Por eso, en cada número la publicación hizo énfasis en las aplicaciones pacíficas de la energía”, advierte Roca. Un esfuerzo por educar en las chances de aplicaciones valiosas para la energía atómica en el campo de la salud, la química y los alimentos. Discusiones de aquel entonces que también se reflotan en el presente.

En 1955, Naciones Unidas desarrolló en Ginebra la Conferencia de usos pacíficos de la energía atómica y Argentina concurrió a ese encuentro con una delegación de casi 40 científicos, en un momento en que muy pocos países sabían de qué se trataba el asunto. Hurtado aclara: “No se llamó Mundo Atómico porque solo se dedicara a la energía atómica, sino por el sentido de futuro, por la promesa que traía el campo. Había notas escritas por los propios científicos o tecnólogos. Recuerdo un artículo de José Balseiro sobre rayos cósmicos, pero en general eran escritas por periodistas, especialistas en comunicación”.

“Apuesta a audiencias amplias, a diferencia de Ciencia e Investigación, revista editada por la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, que era muy dura y no era muy de divulgación que digamos”, compara el físico. En Ciencia e Investigación participaban Houssay y compañía. La grieta estaba planteada y los debates, por aquel entonces, también se expresaban en forma de revista.

Trabajo de detectives

La colección entera no estaba en ningún lado; formaba parte de todos esos objetos materiales del peronismo que, después del golpe del 55, la gente prendía fuego, escondía, enterraba. Hubo una destrucción sistemática de esa memoria; de hecho, los militares al frente del gobierno de facto cambiaron el nombre a muchas instituciones científicas para que Perón no se llevara el crédito.

En este marco, Roca cuenta: “Fue un trabajo casi de detectives reunir los 23 números: colegas, maridos, gente entusiasmada que nos ayudó a recopilar todo. Hubo una búsqueda frenética, loca; estábamos muy tercos porque sabíamos que había un patrimonio que debíamos recuperar”. “La digitalización en alta calidad de todo el material fue un trabajo impresionante; es un archivo abierto”, destaca.

En la actualidad, cualquier usuario puede recorrer la colección. Aunque está accesible a cualquier persona, resulta de especial relevancia para los investigadores que quieran investigar el período, como una fuente de consulta autorizada. Ayuda a pensar, básicamente, que si a partir de los 60 las instituciones científicas adquirieron un lugar de creciente relevancia en la vida pública, fue gracias al caldo de cultivo que lo motorizó todo.

Ese caldo de cultivo que habilitó el derecho a la ciencia fue el peronismo.


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